martes, 5 de noviembre de 2013

Una Educación para la Seguridad

Una cosa es verdad: un niño/a no nace con las ideas sobre sí mismo definidas, sino que se las va creando a través de la interacción con su entorno.

La autoestima
La autoestima es la base de la seguridad en uno mismo, e inicialmente se forma a partir de los juicios que se formulan sobre nosotros, sobre nuestro comportamiento y sobre nuestras capacidades. Por ello es importante acostumbrarse a subrayar las cualidades del niño/a y sus potencialidades.


Los errores
Para tener autoestima y conservarla a lo largo de la vida, es necesario aprender a integrar las equivocaciones que cometemos, como parte de nuestro aprendizaje, y no como motivos para derrumbarse o infravalorarse. Sobre esto tiene una influencia fundamental la forma en la que los padres reaccionan frente a los errores de sus hijos/as.

El perfeccionismo
Una valoración excesivamente severa de los errrores del niño/a provoca también el miedo a equivocarse, ligado con frecuencia a un exceso de perfeccionismo, que resulta paralizante. Si el niño/a  no toma iniciativas por miedo al fracaso, está limitando sus experiencias y por lo tanto el desarrollo de su capacidad.

Las dotes naturales
Cada uno de nosotros tiene unos talentos naturales específicos. Aprender a descubrirlos y a cultivarlos incrementa enormente el sentido de capacidad y de valor del niño/a.

Un mundo seguro
Para sentirse seguro un individuo necesita también tener la sensación de encontrarse en un ambiente que le ofrece oportunidades creativas y positivas, que le plantea problemas que pueda resolver y superar. De ahí la necesidad de transmitir al niño/a una percepción tranquilizadora del mundo, y de ayudarlo a ver las posibilidades que éste le ofrece, de forma que pueda relacionarse con su entorno con confianza, sin que esto conlleve ocultar los peligros reales que existan.

El hijo/a ideal
Todo el mundo desearía que sus hijos/as fueran guapos, inteligentes, simpáticos,etc.; a veces se espera mucho, y aveces se desea que crezcan según nuestros modelos, o que desarrollen alguna habilidad que nosotros percibimos como particularmente recomendable. El niño/a, por su propia naturaleza, no siempre responde a nuestros ideales. Es importante considerar al niño/a, incluso cuando es pequeño, como un individuo en sí mismo, con sus propias características y respetarlo.

Unos padres felizmente imperfectos
Hay un último punto a añadir: todos/as somos seres humanos y por lo tanto imperfectos, también como padres. Es inevitable. Aceptatr con alegría que somos felizmente imperfectos es una bendición, tanto para los padres como para el niño/a.

No olvides nunca, que el primer paso es aceptar al niño/a como es, para que a su vez, él pueda aceptarse a sí mismo también.   

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